El 2020 empezó tribulado para nosotros.

El 2019 dejó inmensas pruebas de fortalezas a todo nivel en donde nos vimos obligados a comenzamos el año de forma muy lenta, paso a paso, un día a la vez. A pesar de todo, empezamos con la ilusión de nuevos inicios, solo para que, dentro de dos meses, el mundo parara. Confundidos, como todo el mundo (literalmente), vimos como todo lo que planificamos se caía más rápido de lo que nos tardamos en organizarnos.

El bicho no solo llegó, sino se quedó. Nuestro proyecto había tenido un nuevo comienzo hacía 4 años atrás y, finalmente, empezamos a ver una luz diferente para dar a conocer nuestro trabajo. Con una nueva realidad, nuestros métodos se tuvieron que modificar. Las bolsas ya no eran una prioridad.

El sector “Hecho a Mano” de Guatemala representa ingresos para muchísimos artesanos a nivel nacional y teníamos que ver cómo podíamos apoyar a que siguieran trabajando, y que nosotros pudiéramos mantener nuestras empresas a flote.

El 2020 nos invitó de forma obligatoria a reinventarnos y a entender que hay varias formas de hacer un trabajo hecho a mano. Al final, la idea era que todos pudiéramos sobrevivir. Por ello, decidimos unirnos a la iniciativa de la fabricación de mascarillas. Nos preocupaba que tantas empresas se hubiesen volcado a su elaboración; sin embargo, fue el ejemplo exacto para probarnos que cada uno, a pesar de estar produciendo un mismo producto, tenemos un estilo diferente y somos originales a nuestra manera.

Las mascarillas, unidas a otros dos proyectos adicionales, nos abrieron el cerebro para entender que, si trabajamos en comunidad, el éxito es para todos. Creo que ese es el mensaje que nos quedó.

En este nuevo comienzo no hay tanta claridad, pero hay confianza en que podemos pensar en comunidad, desde los artesanos hasta las marcas amigas, y desde allí podemos seguir creando desde Guatemala para el mundo.